miércoles, 31 de octubre de 2012

HALLOWEN, MALINCHISMO Y LA CRISIS DE IDENTIDAD.


El 31 de octubre se celebra el Halloween, una celebración hasta hace algunas décadas poco conocida en nuestro país, pero que con el paso de los años y la influencia de los medios de comunicación masiva, se ha asentado en el pueblo mexicano.

Esta celebración básicamente consiste en que los niños salen disfrazados a pedir dulces y los adolescentes buscan saciar sus bajos instintos en fiestas alocadas. Según se dice esta fiesta, hecha popular por los gringos, tiene su origen en la cultura Celta, más concretamente en una celebración conocida como “Samhai”, que era la forma en la que se conmemoraba el fin del verano, aunque también se cuenta que en este día las almas del más allá regresaban, por este motivo se ofrecían ofrendas para atraer a los buenos espíritus y la gente se disfrazaba para alejar a los malos. Tiempo después el Samhai fue fusilado por la iglesia católica que lo convirtió en el “día de los fieles difuntos” y cambio su nombre a “All Hallows' Eve”, luego esta tradición llego a Norteamérica y los yanquis le cambiaron el nombre a Halloween y el resto es historia.   

¿Qué tiene de malo celebrar el Halloween? Absolutamente nada, aunque algunos religiosos quieran decir que es una obra de Satán y algunos “defensores de la patria” aleguen que quien lo celebra es un malinchista. El problema realmente consiste en que, generalmente, quien celebra esta festividad se olvida de otra que ha formado parte de nuestra cultura desde hace siglos: el “Día de muertos.”

El mexicano promedio reniega de lo que es, no le gusta ser mexicano y busca desesperadamente vivir la “American way of life”, los medios de comunicación han hecho que la mayoría de nuestros compatriotas sientan un complejo de inferioridad que buscan llenar imitando a los gringos, comiendo su comida, vistiendo como ellos, escuchando su música, usando sus palabras y lo peor de todo, ofendiendo a nuestros paisanos que no pueden hablar bien inglés o que en su defecto hablan alguna lengua autóctona, que en lugar de usar ropa de moda usan ropa típica manufacturada por ellos mismos y que son catalogados por la gente de “abolengo” como “nacos”.

¿Qué significa exactamente ser mexicano? Este es quizá uno de los dilemas que más han preocupado a nuestros grandes pensadores a través de los años, pues además de que tenemos 2 raíces de las cuales partir para explicarlo, la española y la indígena, nuestra cultura ha recibido la influencia extranjera casi desde sus inicios.

Nuestra identidad es una mezcolanza incomprensible, a diferencia de otros pueblos que tienen bien definido lo que son, el mexicano es como una especie de Frankenstein hecho con pedazos sacados de los lugares más inimaginables, un horrible monstruo que no sabe que es y que solo busca ser comprendido y que se expresa a través de una explosión de furia incontenida.

¿Nuestro origen esta en las culturas prehispánicas, en los güeros españoles o en el mestizaje? Para las nuevas generaciones que crecimos en la aurora del nuevo siglo ya quedo atrás la figura estereotipada del charro sombrerudo, del volador de Papantla, del descendiente azteca que baila invocando a Tlaloc, poco queda de la imagen de aquel humilde campesino de provincia o del pobre trabajador de la ciudad que vive en una vecindad. El mexicano del siglo XXI ha crecido en el apogeo de los medios de comunicación masiva, poco a poco se han ido difuminando en el todas aquellas tradiciones de siglos y poco a poco va adquiriendo costumbres que no tenían sus ancestros.

¿Cómo defender lo indefendible? Aunque pareciera que la cultura mexicana esta por perecer debido a la globalización esto no es así, pues a pesar de que la mexicanidad parece borrarse con el paso de los años la esencia del mexicano se conserva en el aire. La identidad mexicana no se explica, solo se siente, por ejemplo en cada una de las manifestaciones artísticas de nuestro pueblo, en nuestra gastronomía, en el calor de nuestra gente, en nuestras festividades llenas de color y jubilo, es algo que se llevamos en el ADN junto con un plato de pozole y es algo que resiste y persiste.

Podemos celebrar fiestas ajenas a nuestra cultura, lo que no podemos hacer es escupirle a lo que somos o dejar que alguien más mancille la esencia de nuestra cultura.

      

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