sábado, 15 de septiembre de 2012

DOLORES DE PARTO


El 15 de septiembre es un día de júbilo para los mexicanos, pues fue un 15 de Septiembre de 1910 cuando un cura de la parroquia de Dolores, llamado Miguel Hidalgo, convoco al pueblo a “luchar por su independencia”. Sin embargo las intenciones del llamado “padre de la patria” son cuestionables, pues a la vez que gritaba “¡Muerte a los gachupines!” también decía “¡Viva Fernando VII!”, además él y todos sus compañeros no fueron los primeros insurgentes, pues en 1808 un grupo de criollos pacto con el virrey en turno para lograr la emancipación de la Nueva España y mucho antes que ellos Martin cortes, el hijo de don Hernán intento hacerlo sin éxito alguno.

El gobierno en turno dice con orgullo que el triunfo de la “causa insurgente” significo el nacimiento de México como una nación “libre y soberana” y por tanto hay que conmemorar con orgullo a los que lograron esto. Es curioso que en nuestro país se celebre el inicio y no el “triunfo” de la independencia, esto quizá porque quien la concluyo es ahora considerado un traidor a la patria.

Si el triunfo significo el nacimiento de lo que ahora es México, los primeros brotes de insurgencia vendrían siendo algo así como el alumbramiento, y como en todo parto el nacimiento de nuestra “nación independiente” vino acompañado de los típicos dolores punzantes y desgarradores.

Para empezar el movimiento original encabezado por Hidalgo no pretendía la independencia, lo que quería era un gobierno más justo, abolir el régimen corrompido y hacer las reformas sociales que la colonia necesitaba. La figura de aquel cura bondadoso que se preocupaba por su gente ha quedado inmortalizada por la historia oficial, no así la indisciplina de sus tropas ni la sed de sangre que estas tenían contra los españoles, se comenta que el enojo y el miedo que le causaban los españoles a los “indios” era tal que en la toma de la alhóndiga estos les bajaban los pantalones para ver si tenían cola, pues creían que eran demonios.

Hidalgo se volvió un dolor de cabeza para los propios insurgentes, “cura bribón” llamaba Allende a este párroco hispanicida, su falta de pericia militar y el poco control de su ejército, aunado a su brillante idea de no atacar la ciudad de México cuando podía, hicieron que el padre de la patria terminara siendo rehén de sus propias tropas.      

Los “primeros insurgentes” pronto fueron derrotados, pero mientras tanto otro cura con mejor disciplina militar que su antecesor lograba importantes victorias: José María Morelos, el llamado “rayo del sur”. Sin embargo tuvo una muerte menos digan que Hidalgo, pues antes de irse de este mundo dio importante información al ejercito realista, traicionando así a los suyos.

Tras años de lucha los insurgentes quedaron dispersos y poco a poco los ideales de aquel 15 de septiembre se fueron esfumando. Por esos años en España se estaba gestando importantes cambios, cambios con un enfoque liberal que amenazaban con quitarle los privilegios a los españoles radicados en la Nueva España, es por esto que un grupo de personas entre las que estaba Agustín de Iturbide se reunió y decidió que era tiempo de emanciparse.

Iturbide, un antiguo soldado realista convenció a su gente y gesto un proyecto con el cual los españoles de la Nueva España conservarían sus privilegios pero sin rendirle cuentas  a su “madre patria”. Fue así que se reunió con Vicente Guerrero- un fugitivo del régimen que se dio cuenta que ya todo se lo había llevado la fregada y que era mejor agarrar lo que le ofrecieran- y juntos lograron la independencia, pero ya no como originalmente se concebía, si no para el interés de unos cuantos.

El 24 de febrero de 1821, día en el que hoy se conmemora a la bandera, se firma el plan de Iguala, logrando así la independencia, no de México, porque en ese entonces no existía como tal, sino de la Nueva España.    

Como se puede ver el “grito de dolores” que pego nuestra historia al momento de dar a luz a nuestra nación no fue acompañado de alegría, si no de una profunda tristeza al ver que abortado el fruto de su vientre. El horrible feto deformado en el que se convirtió la independencia y al que se ha tratado de resucitar a lo largo de los años, no despertara nunca, pues en realidad nunca existió, los verdaderos dueños de México solo cambiaron de amo, y aunque se intente hacer viva no se puede.

Hay que emanciparnos de la historia de bronce, analizar nuestro pasado y engendrar una nueva nación, una verdadera nación libre que no siga los intereses de unos cuantos, una nación donde todos convivamos como hermanos, una nación libre de dogmas que supere su pasado y de la cara al futuro.  

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